(c&p) .- Si al abrir el grifo supiera con exactitud la temperatura con la que debería graduar el agua o cómo obtener la presión justa para acariciar y, al mismo tiempo, masajear la piel, se regalaría cada mañana un extra de bienestar físico. Quizá la ducha se convertiría -más aún- en un acto indispensable. Eso es lo que debió pensar una empresa británica que se dedica a fabricar duchas cuando decidió ponerse en manos de un equipo científico para intentar fabricar la ducha perfecta.
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