El pasado julio un cohete Soyuz puso en órbita 73 satélites. Aunque la carga principal era el satélite de observación de la Tierra Kanopus-V-IK, la atención de los medios la acaparó un pequeño pasajero: el satélite Mayak (Маяк, «faro» en ruso), de apenas 4 kg de masa. La razón era que este pequeño satélite prometía alcanzar una magnitud de -10, convirtiéndose en casi una segunda luna (nuestro satélite tiene un brillo máximo de -13) sobre las zonas que se pudiese ver. Desgraciadamente —o afortunadamente, según se mire— Mayak no pudo desplegar...
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