Si tuviéramos los ojos de un águila, podríamos ver una hormiga correteando por el suelo desde la azotea de un edificio de 10 pisos. Podríamos ver las expresiones en las caras de los jugadores de baloncesto desde los peores asientos del estadio. Los objetos directamente en su línea de visión aparecería magnifica, y todo sería de colores brillantes, con una serie de inconcebibles matices.
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