Yo dejé de jugar al tenis porque me sentaba mal ganar, incluso físicamente. De esa vieja herencia conservo el rasgo aristocrático de no medirme con nadie y detestar liderazgos. En ello pienso mientras escucho a Carme Chacón decir que no aspira a ganar a Rubalcaba, sino a la "frustración y al abatimiento". Para esos rivales tan íntimos no hace falta democracia interna, sino un diván.
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