Quizá el ejemplo más sorprendente de un gen que influye en el comportamiento es el que influye en la siesta. Como los seres humanos, las moscas se despiertan por la mañana, se echan una siesta al mediodía y duermen por la noche, todo en un ciclo de 24 horas. Aunque las moscas hayan crecido en la oscuridad más absoluta, conservan estos ciclos con la precisión de un reloj suizo.
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