La vida funcional de un edificio, en términos de los materiales y los usos, dura lo mismo que la hipoteca de los mismos. Los inversores hacen una correlación entre la duración de la hipoteca y la durabilidad, porque no les interesa que el edificio sobreviva a la hipoteca. Hasta mitad del siglo XX, la idea era que los edificios debían durar más que sus dueños. El problema fue el desembarco de las firmas de inversión multinacionales. Es más barato ahora tirar un edificio antiguo y levantar uno nuevo que adaptarlo a las nuevas necesidades.
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