Hoy podemos tener la rotunda convicción de que con nuestro IRPF estamos contribuyendo a sanear la Banca —últimamente, pronúnciese Bankia—, apuntalando así, con un garbo y una gracia que nos desbordan, el Estado de Su Bienestar. Cuando pienso que con la pasta que soltaré en junio colaboro a la indemnización de Rodrigo Rato se me saltan las lágrimas, y van a dar en el mar, que es el ahogarse. ¿Quién le hubiera dicho, hace una década, a esta hija del Barrio Chino, que acabaría cayendo tan alto?
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