Cuando empezamos a trabajar en el documento, cuyas conclusiones publicamos hoy aquí, sobre el sector de la alimentación en España, compartíamos los mismos prejuicios que casi todos. Habíamos oído muchas veces a los agricultores quejándose de que cobraban muy poco por unos productos que luego se vendían quince o veinte veces más caros en los grandes supermercados de las ciudades.
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