Las mismas mega-corporaciones de las cuales rehuyen los consumidores de productos orgánicos en realidad controlan esta multimillonaria industria y determinan que ingredientes son admitidos dentro de la todopodersosa etiqueta de "orgánico". La etiqueta de “orgánico” en un producto, especialmente un alimento, se ha convertido en una fórmula mágica que nos hace sentirnos bien al tiempo que gastamos dinero extra para obtener un bienestar prometido. En una lógica perversa el negocio parece ser redondo.
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