El sonido de la hélice es imposible de olvidar. Debajo de la piel de David, el rotor gira, gira y se enrosca en sus entrañas. No le pidan a David Doda Bangoura (25) que se dé el pequeño lujo de prescindir de ese sonido. No puede: lo tiene dentro del alma. Entre la sed y el hambre, las esperanzas y la desesperación. Los más de 20 días cruzando el mar en un pequeñísimo habitáculo seco entre el timón y el casco (bracage, dice) dejan para siempre cosas en la cabeza.
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