Mientras en los oídos de los votantes resuena aún la melodía cautivadora de las promesas electorales de los partidos y se apaga lentamente en los polideportivos vacíos el eco de la flauta mágica de sus programas, las ratas, desatendidas, campean a sus anchas por Hamelín, un poblado a las afueras de Madrid en el que viven más de 300 niños con sus familias. Hamelín se llama en realidad El Gallinero y lo encontraréis al este, en el cruce que forma la autopista de Valencia con la vía del AVE a su llegada a Madrid
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