“Son sombras, fantasmas”. La frase la dice X, uno de los pocos hombres que ha tenido contacto directo con un ejército de olvidados que deambula por la selva de Mozambique a la espera de que alguien cumpla una promesa. No hay metáforas en la frase, hay realidad. Ellos aguardan, aguardan sin identidad, sin papeles que ni siquiera acrediten su nombre. Tienen uno, pero quizá no sea el suyo. Fueron raptados hace mucho tiempo, reclutados para la guerra cuando eran niños, cuando ellos no tenían aún suficiente memoria. No son nada. No son nadie.
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