Se acabaron las invectivas contra la “fatal austeridad”, la exigencia de políticas de crecimiento y la lucha por “el necesario reequilibrio de Europa con los países del sur”, entre otras cosas. Urgido por los índices de paro, por el estancamiento económico y por unas encuestas penosas, el presidente francés, François Hollande, parece haber izado la bandera blanca ante la canciller alemana, Angela Merkel, y opta por regresar al pasado marcado por su antecesor, Nicolas Sarkozy.
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