Los hombres también lloran, y la procesión va por dentro. Quizá les venga de nuevo lo que acabo de anunciar, pero que no confesemos nuestros dolores más íntimos ante un té con limón no significa que no nos duela. Que no verbalicemos la angustia no significa que ignoremos qué nos aqueja. Simplemente, tiramos adelante sin abrir la boca. Somos «the strong, silent type», que decía Tony Soprano.
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