En el siglo XVIII, Siberia seguía siendo un territorio libre, habitado por multitud de pueblos indígenas que vivían en duras condiciones pero trataban de resistir a los intentos de expansión y conquista que llevaba a cabo el Imperio Ruso. Koriakos, chucotos y otros pusieron en graves aprietos a los invasores, a pesar de lo primitivo de su armamento, aunque al final, como pasó en América, no pudieron contra las enfermedades.
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