Entre 1989 y 1997, el fotógrafo Andrew Bush se dedicó a retratar a los conductores que se cruzaban con él en las calles de Los Ángeles y a archivar cuidadosamente sus fotografías. El resultado es una inquietante colección de rostros que nos invitan a seguir indagando sobre esas vidas ajenas: parejas que se besan, individuos con pinta de atracadores o macarrillas felices al volante. ¿Quién no ha sentido alguna vez esa necesidad de saber más tras un vistazo fugaz por la ventanilla?
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