Sufría un terrible dolor de tripa y decidió ir a urgencias. Horas después, la mujer salió estrechando entre sus propios brazos a un neonato, su propio hijo. Este sería el desenlace normal de la historia de una mujer embarazada si no fuese porque la madre del pequeño recién nacido es una monja de clausura del convento de San Severino Marche, en Italia.
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