Los periodistas de Rusia escriben sobre ellos hace casi dos años y los de occidente se unieron al grupo el verano pasado. A esta altura, casi todos los que están pendientes del Internet de Rusia están familiarizados con el concepto de las “fábricas troll“ rusas: oficinas enteras llenas de empleados pagados que postean como ciudadanos comunes, colocando información falsa en noticias recientes y blogs; con el objetivo de ahogar las voces que critican al Kremlin.
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