La injusticia más terrible no es que Camps haya sido declarado “no culpable” mientras el juez que destapó la Gürtel, Baltasar Garzón, vaya a ser condenado. La verdadera y flagrante injusticia es que el presidente que arruinó Valencia, que contrató 14 millones de euros con su “amiguito del alma”, que pagó 15 millones por una maqueta y un proyecto de un rascacielos jamás construido de Santiago Calatrava o que entregó otros dos millones a Urdangarin, sólo haya sido juzgado por una anécdota menor, por los 12.000 euros en trajes.
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