Lo que se dio en llamar carril bici consistía en realidad en dos hileras de bolardos de plástico colocados en el centro de las calles de Nueva Alcalá. Ni siquiera se había pintado el suelo de color distinto o instalado señales para los ciclistas. Cuando la vía llegaba a un cruce o rotonda, quedaba interrumpida sin que los ciclistas supieran en ese caso por dónde debían seguir su camino.
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