El 12 de octubre de 1936 Unamuno ya sabía que no podría cumplir su promesa. Antes de comenzar su discurso como rector de la Universidad de Salamanca, garabateó unas palabras sobre la carta que le había enviado la mujer de un íntimo amigo suyo, el pastor protestante Atilano Coco preso desde hacía meses, interesada en saber cómo iba la negociación para liberar a su marido. La voz de Atilano fue silenciada para siempre por los franquistas antes de que acabara ese mismo año.
|
etiquetas: franquismo , unamuno , inteligencia