Aquella noche, Federico estaba invitado a cenar en compañía de Constanza e Isabel en la casa de éstas, en el piso de arriba. Lo sucedido en la cita que sus vecinitas le propiciaron con Rosa parecía estar olvidado. Si acaso, a veces, se hacían chistes, o bromas, sobre la repentina huida de Rosa en la explanada frente al teatro romano: “Seguro que vio un león saltando la barrera”, “habrá visto algún gladiador macizo paseándose por la escena y ha salido tras él para ligárselo”… Por lo demás, se presagiaba una sosegada cena entre vecinos.
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