Israel acaba de hacer saltar la banca, ponerse al mundo por montera y, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo -o quizá a ambos-, ha asaltado la flotilla solidaria que se dirigía a Gaza para terminar con el bloqueo israelí y llevar alimentos a los golpeados palestinos. Poco le ha importado a los israelíes que en la flotilla hubiera parlamentarios alemanes, periodistas y miembros de ONGs humanitarias: ha lanzado un ataque tan bestial que ha provocado 16 muertos y numerosos heridos. A Israel no se le escapaba la trascendencia de su acción...
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