Desde hace un mes, Samiha Mohamed se despierta todas las mañanas temiendo que sea el último día que pueda encender la luz. O utilizar la nevera. O ver la televisión y oír la radio. Ella y los otros 350 vecinos de Mnaizel saben que en cualquier momento llegarán los soldados israelíes con los bulldozers y destruirán la pequeña planta fotovoltaica que supone su única fuente de energía...El Ejército israelí alega que la planta no cuenta con los permisos necesarios...
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