En la España republicana, la principal oposición al sufragio femenino venía de la izquierda ya que se las consideraba más proclives al cristianismo y, por tanto, contrarias a la izquierda. Y todo ello con la descalificación más absoluta de la izquierda: “no están preparadas” o “porque las mujeres son histéricas por naturaleza”, que decía Roberto Novoa. Había oposición a que ellas votaran tanto entre las mujeres (como Victoria Kent) como hombres (como I. Prieto).
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