Un año después de la catástrofe empieza a aflorar la verdad. El Gobierno nipón incluso llegó a temer el «fin de Tokio» por la radiactividad procedente de la siniestrada planta atómica, según desveló ayer un informe elaborado por una comisión independiente de seis expertos que han interrogado a más de 300 personas. Las conclusiones son espeluznantes. Mientras el portavoz del Ejecutivo comparecía cada día para calmar a la opinión pública, por dentro pensaba algo muy distinto: "si los reactores se fundían en cadena, sería el fin de Tokio."