El dios del Antiguo Testamento era irascible, mientras que las deidades griegas se ponían celosas, se emborrachaban y tenían sexo. Sus poderes sobrepasan los de un ser humano normal pero no son sino proyecciones de nuestras fantasías de poder personales: los dioses pueden hacer lo que a nosotros nos gustaría hacer. Las creencias religiosas sobrenaturales son irracionales y pueden no tener sentido alguno, pero perviven porque son muy satisfactorias emocionalmente. [Extracto del libro de Diamond que acaba de publicarse el 31 de diciembre.]
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