"Controlan nuestras vidas más que cualquiera de nuestros diputados, senadores o presidentes. Con una sola llamada pueden hundir el futuro de la generación de tus hijos, convertir los ahorros de los clientes del banco más grande de Latinoamérica en billetes del Monopoly o hacer morir de hambre a un país africano con 80 millones de habitantes.
Y son personas ridículas. Enfrascadas en batallas narcisistas, A las que hace ya muchísimo tiempo que les dejó de importar el dinero. ¿Acaso hay una gran diferencia entre tener 10 mil o 20 mil millones de dólares? Su vida, su pasión, su trabajo, su obsesión es el poder. Y los que vivimos en el mundo real, los que sufrimos cada día los vaivenes de los mortales, creemos que el poder es algo maravilloso, bello, indescriptible. Pero todo ese lujo, el caviar magnum, las prostitutas y chaperos de 4000 dólares por noche, los helicópteros y los jet privados, las casas de campo en la Toscana con viñedos inacabables, los áticos de 900 metros cuadrados en una torre de Dubai...todas esos sueños de la clase media no significan nada para ellos. Es su hábitat natural. En Estados Unidos la clase económica que más depresión sufre son los que ganan menos de 12000 dólares al año. ¿Sabes cuál es la segunda casi empatada con los más pobres? Los que ganan más de 7,5 millones de dólares al año.
Narcisistas deprimidos, horteras ebrios de poder. Enfermizamente adictos a un objetivo que jamás podrán saciar: el de aniquilar a otros para saborear fugazmente una victoria que nunca es suficiente.
Y ese es el gran peligro del capitalismo: que nuestras vidas están en manos de las personas más tristes e insatisfechas, y por lo tanto, peligrosas, de todo el planeta"
Jesse Armstrong, guionista de Succession.