Los niños, como cualquier persona con el don de la curiosidad y las ganas de llevar la contraria, adoran todo lo que los adultos, en su infinita soplapollez, les quitan. Hablo de contarles historias sobre personajes que quizás no sean tan blancos o negros, alejarnos de la pantomima lobotomizante de Disney y hablarles de monstruos, darles un poco de miedo de vez en cuando, y ser un poco canallas y macarras. Como si fueren seres de carne y hueso y no estuviesen a punto de romperse todo el rato, vamos (...) Y aquí es donde Jim Henson encaja.
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