Jordi Vila (Barcelona, 1951) es, sobre todo, un creador. Suya fue la patente de la fregona Vileda, su primer gran proyecto. “Recuerdo que nos dieron la patente el día que murió Franco. Fue una de las escenas más surrealistas de mi vida. El notario llorando. La tele puesta con el mensaje de Arias Navarro y nosotros sin saber qué hacer ni dónde meternos”. Pero Vila siempre está inmerso en proyectos nuevos, y de inventar fregonas pasó a querer limpiar el mar. Fue en 1992, cuando visitó el este de Europa por cuestiones laborales.
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