Desde su estudio en el segundo piso, el artista cubano José Fuster mira lo que ha forjado en el pueblo costero de Jaimanitas y con una gran sonrisa dice: "Estoy completamente loco". Debajo, grandes y coloridos mosaicos y caprichosas esculturas cubren su casa y llenan su jardín, en una explosión de arte que ha transformado su humilde barrio en una isla de luz en medio de los deteriorados suburbios de La Habana.
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