Guillermo Fesser (Madrid, 1960) aparece montado sobre una bicicleta con cesta. Lleva gafas con cordel y pedalea sin ninguna prisa, diseminando saludos entre los parroquianos, interesándose por sus hijos, sus ampliaciones de garaje o las intervenciones médicas recientes. A todos los efectos, otro vecino más de Rhinebeck, el discreto pueblecito que lleva siendo su hogar desde hace casi dos décadas. Cuando llegó era un tipo acostumbrado a hablar ante los millones de personas que sintonizaban Gomaespuma con ansias de chanza
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