Mi primera reacción al escuchar que el capital que necesitaba la banca española apenas ascendía a 62.000 millones de euros fue de escepticismo. Habiendo estimado un servidor que tal cuantía debía ascender, al menos, a 150.000 millones, el fraude se antojaba evidentente. Sin embargo, tras leer el informe de Oliver Wyman, los hechos se antojan muy otros.
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