Sonia, 39 años, tres hijos, natural de Ecuador y Juana, de la República Dominicana, tienen dos cosas en común: ambas llegaron a España a buscar un futuro mejor para su familia y las dos se dedicaron a la prostitución. Ninguna la había ejercido antes. Fue aquí, en nuestro país, donde se vieron arrastradas a vender su cuerpo ante la imposibilidad de encontrar un trabajo para sobrevivir.
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