En el peculiar mundo computacional de los autómatas celulares el juego de la vida de John H. Conway ocupa un lugar destacado y por méritos propios. Es tan simple como esto: en una cuadrícula infinita y siguiendo tres reglas sumamente sencillas las diferentes celdas toman con cada tic del reloj el color blanco o negro dependiendo del color de las celdas que haya a su alrededor.
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