El régimen demagógico que prevalece no es compatible con el realismo político. La gente no parece soportar las consecuencias de dejar a la naturaleza seguir su curso (por ejemplo, unos cinco o seis mil muertos por represalias en Bengasi: una gota en el mar de sangre que es la Historia), del mismo modo que no puede tolerar el precio de modificar el curso de la Historia (las bajas colaterales: las ajenas y sobre todo las propias).
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