La derrota histórica y descomunal de la izquierda (que es responsabilidad casi exclusiva de ella) ha desembocado en la desaparición de cualquier alteridad en el imaginario colectivo. Faltan energías morales e ideales visualizados, aquí y ahora, como alternativa ética de Estado. No se lucha, se resiste. Ya lo anunció Margaret Thatcher con rotundidad, al exponer lo que se conoce como TINA (There is no alternative), no hay alternativa.
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