Dentro de más bien poco, nos preguntaremos: “¿Cómo pudimos llegar a tal situación de perversión? ¿Cómo nos permitimos valorar el arte olvidándonos de su motivo, función, enseñanza, o disfrute y centrándonos en su consumo?” Por suerte, las nuevas tecnologías, al alcance de la mayoría, están rompiendo el monopolio de una élite en lo que se refiere a la producción artística.
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