En 1992 Francis Fukuyama creyó ver el fin de la historia. Se equivocó. Aquellos años fueron sólo un descanso en el que se creía que la democracia liberal y el capitalismo europeo dominarían el futuro. En realidad, comenzaba una nueva etapa en la que la democracia y el capitalismo se resquebrajan con riesgo de romperse para siempre.
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