No quiero dar la impresión de apoyar a la detestable familia real española, pero es preciso reconocer que cumplen con su trabajo de imitar –privilegios obscenos aparte– los códigos de conducta de la mayoría de españoles, precisamente la mayoría de españoles y españolas que mayoritariamente desean ser súbditos de la familia, un hecho que asumo con resignación democrática.
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