La mayoría de las lenguas que en algún momento han servido como vehículo de comunicación se han extinguido. Su existencia apenas dura entre centenares y miles de años. Pensemos en el latín, el griego clásico o los idiomas de grandes civilizaciones como la de los sumerios, caldeos, asirios… ninguno superó los 10.000 años. Ahora bien, se puede ralentizar este proceso: basta con actuar con la lógica científica. El número de hablantes de una lengua es importante, pero también influye el modo en que se distribuyen estos hablantes.
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