¿Cómo explicar, que quienes claman indignados contra un piquete sindical o contra los cristales rotos de una tienda de ropa no vean violencia alguna en las normas que, al tiempo que aseguran privilegios a los bancos, consienten el desalojo de familias enteras por razones económicas o el despido de miles de personas? ¿Cómo sumarse al coro que exige criminalizar la protesta social cuando es el mismo que absuelve la violencia privada o institucional que ha conducido al actual estado de cosas?
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