A Tony Visconti se le cayó el alma a los pies cuando empezó a escuchar las cintas. Había aceptado producir un disco en directo de sus amados Thin Lizzy a pesar de que un impaciente David Bowie le apremiaba para que se encargase del suyo. Visconti pensó que eso le llevaría un tiempo breve y a los pocos días se pondría a las órdenes de Bowie. Hasta que escuchó las grabaciones de los conciertos de Thin Lizzy que el grupo le entregó. Las cintas estaban a diferentes velocidades y algunas incorporaban el sistema Dolby, pero otras no. Un desastre.
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