Los culpables de la crisis salen dos veces victoriosos, tienen menos impuestos que pagar y disfrutan de una renta garantizada proviniente de la deuda pública mientras la población pierde dos veces: sufre las consecuencias sociales de la crisis (desempleo y precariedad) y también sufre la sangría del Estado a través de los planes de rescate de los bancos y de los planes de austeridad (congelación de salarios, retraso de la edad de jubilación, alza del IVA, etc.).
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