La mujer con burka llega a la cita al volante de un Renault Clio y saluda con una mano antes de aparcar. Después se baja del coche, se cambia de mano el iPhone y vuelve a saludar. Se diría que sonríe pero quién sabe. Luego, Kenza Drider, de 31 años, habladora, simpática, decidida, no muy alta, de ojos marrones, enseña su casa: una vivienda modesta de unos 65 metros en las afueras de Aviñón, con...
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