El exempleado registró durante 20 años pruebas para demostrar la reutilización de los féretros. El empleado acabó condenado pero presentó pruebas suficientes para abrir una investigación con 26 libretas, tres archivadores con 746 partes de defunción y esquelas, 14 carretes de fotos con 450 imágenes, dos sobres con 72 fotos y negativos, tres memorias USB con 207 fotografías y 44 vídeos. El hombre había documentado desde hacía 20 años cada cambio de ataúd, había colocado carteles o esquelas sobre cada cadáver antes de meterlo en el horno
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