En abril de 1820, en la isla de Melos, en el mar Egeo, en Grecia, un campesino llamado Yórgos Kendrotás descubrió una estatua semienterrada. Según parece, junto con la estatua, pero separados de la misma, estaban un fragmento de antebrazo y una manzana. Esto detalle es importante, ya que estamos hablando de la Venus de Milo, que como ustedes sabrán, no tiene brazos. Esto no es inconveniente para que sea considerada una de las obras cumbre de la historia de la escultura.
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