El caso del estudiante universitario cubano Eliécer Ávila es muy ilustrativo no sólo porque Ricardo Alarcón –la segunda autoridad en la jerarquía estatal– discutió con él sin problemas y porque, contrariamente a lo que pretendieron los medios reaccionarios de todo el mundo, el joven no sufrió la menor represalia, sino esencialmente porque saca a luz, con gran claridad, la cuestión candente de la necesidad de lograr un amplio consenso nacional para dar un nuevo impulso a la revolución cubana.
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