Lo especulativo no es en sí bueno ni malo: las consecuencias sí lo son. Todos especulamos cuando esperamos que, pongamos, nuestra casa de la playa se revalorice para asegurarnos la pensión o el estudio de nuestros hijos en el extranjero. Lo que sí es perversamente especulativo es poner todo tu esfuerzo en derrumbar algo que, aquejado de un simple resfriado, acabas matando de neumonía o tuberculosis a base de ponerlo en la corriente, y ustedes perdonen la metáfora. Por ejemplo, el euro.
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