El poder de una imagen es devastador, absoluto, incuestionable. Un disparo certero en el momento adecuado viste una historia. Es más, una imagen es una historia en sí misma, sin palabras. Tensión, velocidad, angustia, decadencia… necesitarías decenas de palabras para describirla y transmitir esa sensación a alguien. Pero una fotografía no. ¿Qué la define? La belleza, aunque sea a su manera. El drama no conoce de sexos, como en la foto de arriba. Pero en lo que a revuelta social se refiere, la imagen se viste de mujer.
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